Porque somos Chile y Bolivia(one-shot)(Chi/femBol)

No importa si uno de los dos intenta tomar la iniciativa, si  de la nada desean llevarse bien.

No importa si se cansan de tanta pelea que, quieran o no reconocerlo, empiezan a perder sentido, excepto para Julia. Para ella, su salida al mar nunca dejará de ser importante.

No importa si a veces desean ignorarse y evitarse un mal rato, al final, alguien les hará notar la presencia del otro y deben iniciar un show de discusiones y argumentos repetitivos.

Simplemente, por ser quienes son, deben pelear.

Si existen tiempos de paz uno esperaría que al fin hicieran las pases, sin embargo, por ser ellos, los chilenos dirán que Julia al fin se rindió, y los bolivianos que Manuel está planeando algo en secreto.

Así es y así siempre lo será. Están resignados a pelear y ambos sospechan que lo harán por siempre.

Si Julia intenta buscar una solución pacífica para su eterna disputa, que a la larga no será la gran cosa, Manuel la rechaza. No porque quiera, sino porque debe hacerlo. Puede que le parezcan buenas ideas y desee que el conflicto termine, pero debe decir que no,  porque no es del tipo de personas que se doblegan ante los otros. Porque aunque sean solo unos metros, no puede dar su territorio a otros.

Si Manuel intenta darle felicitaciones a Julia, por uno u otro motivo en especial, esta rechaza el gesto. En su interior agradece cada mínima atención que recibe del chileno, y tiene que admitir que casi todo su comercio marítimo es por sus puertos y gracias a los beneficios que le da, sin embargo, no puede decírselo. Si lo hace se mostraría débil ante él y ante su gente.

No pueden hacer nada, están estancados. Es culpa de ambos y a la vez de ninguno.

Es un estúpido e indefinido juego; el primero en mostrar vulnerabilidad será el perdedor, y el ganador será quien muestre el corazón más frío.

Un cruel juego donde ninguno ganará, porque quien reciba las felicitaciones por parte de su propia gente vivirá con un sentimiento de vacío.

No pueden darse el lujo de ponerle fin al conflicto, e incluso si se lo dan, ambos buscarán algo más por lo cual pelear.

Primero el corredor de Atacama y ahora la salida al mar… cualquiera diría que nacieron para odiarse, sin embargo, ambos saben la verdad.

Cuando Miguel le dice a Julia que intente llevarse mejor con Manuel, ella desvía la mirada y finge indignación ante tal ocurrencia.

Si Francisco le pregunta a Manuel si no le agradaría llevarse mejor con Julia, éste responde que es lo más ridículo que le hayan dicho.

Ninguno de los dos se atreve a decirlo, pero lo saben; en sus corazones existe una eterna inquietud, que ninguno se atreverá a decir en voz alta: “¿Cómo podremos llevarnos bien? Nunca lo hemos hecho”.

Algunas veces concuerdan.

Manuel ya no recuerda el sabor de las humitas que le dio Julia, pero recuerda lo que sintió. Era cálido, y calmado. Recuerda ese almuerzo con extraños detalles, recuerda  la ropa que usaba Julia y sus intentos de evitar que sus miradas se toparan. Por su parte no dijo nada, solo agradeció la comida, le había gustado más de lo que esperaba. No obstante, Julia dijo que si tenía tanta hambre debió darle algo peor. Se molestó con ella, pero no dijo nada, sabía que solo lo había invitado a comer porque lo vio muerto de hambre y sin dinero cerca de la frontera. Solo fue eso. Una invitación por lástima no se podía llamar acto de amistad ¿verdad?

Solo fue lástima…

Julia se encierra en su habitación cuando regresa del trabajo, sumergiéndose en recuerdos y llamándose tonta por haber rechazado la invitación de Manuel. Casi nunca el chileno la invitaba a actos en honor a los intentos de amistad entre ambos países, pero en esa ocasión lo había hecho. Sin necesidad de hacerlo, apareció frente a su casa, invitándola a asistir al aniversario del gran tren que los unía. Lo rechazó, porque el chileno solo lo hacía por presumir que había ganado la guerra y le había quitado su preciado mar. Una invitación para presumir como el arrogante que era  no podía ser aceptada con una sonrisa de felicidad ¿verdad?

Solo fue por arrogancia…

No es posible que se lleven bien, ambos lo saben.

Tienen una especie de terror a tener una relación normal, sin conflictos y sin peleas.
Ambos lo saben, y también son conscientes de otra cosa... Si el otro desapareciera no sabrían que hacer.

Bolivianos diciendo que el mundo sería mejor si Chile desapareciera.
Chilenos diciendo que deberían anexar a Bolivia como una provincia.

Tanto Julia como Manuel sienten vergüenza de lo que escuchan. Aunque son capaces de pensar eso en un arranque de rabia, no se desean tal mal. Pelean, discuten y en cierto grado se desprecian mutuamente, pero sí de la nada el otro desapareciera ¿Qué harían?

¿Qué haría Julia sin Manuel? De alguna forma sabe que sentiría un gran vacío, que no sería capaz de sonreír ante su desaparición, y está completamente segura que lloraría cuando nadie la viera. Se arrepentiría de tantas peleas, reconocería –quiera o no su razón – que no tenían sentido, diciéndose que no debió insistirle tanto con la salida al mar. Desearía haber hecho las paces con el chileno. Lo llamaría birlocha una y otra vez, preguntándole al cielo por qué tuvo que irse de forma tan patética, dejando las cosas a medias… y se arrepentiría de nunca haberle dicho…

¿Qué haría Manuel sin Julia? Estaba seguro que sonreiría al verse libre de ella, sin embargo, sabía que era una boba mentira, era tan estúpida que le daba vergüenza engañarse. Seguramente quedaría anonado, se sentaría, recordaría todas esas peleas y discusiones sin sentido. Se echaría la culpa, -quiera o no su mente- pensando que tal vez si debió darle una salida al mar. Estaba seguro que reiría diciendo que tanta terquedad fue en vano, y al final lloraría diciendo que fue lo suficientemente weona como para desaparecer sin haber obtenido lo que deseaba. Y sobre todo… se odiaría por nunca haberle dicho…

Porque así son ellos, no pueden vivir sin la existencia del otro pero a la vez tampoco pueden convivir en paz.

En este punto ambos desean al fin tener jefes que deseen con todas sus fuerzas acabar con el conflicto, que al fin pudieran hablarse sin pelear.

Lo desean… y a la vez temen por ese día; porque al final uno será el perdedor y el otro el ganador con sentimientos de derrota.

No pueden ser amigos, tampoco amantes.

Porque aunque sus miradas se topen y adivinen los sentimientos del otro, aunque deseen sincerarse, aunque se amen desde lo más profundo de sus corazones… deben ocultar ese sentimiento y envenenarlo hasta que muera.

Incluso si se encuentran en el desierto florido ninguno dará el primer paso, simplemente se miran a la distancia.

Manuel sabe que debe reclamarle el  estar en territorio chileno sin autorización.
Julia sabe que debe defenderse por andar en un área supuestamente restringida.

Pero ninguno hace nada, simplemente se observan esperando que el otro se rinda, y así poder decir aquellas palabras que han quemado en sus gargantas por tantas décadas.

Porque no es normal odiarse con tal intensidad por tantos años sin llegar a conocerse. Manuel sabe la costumbre de Julia de comer dulces cuando está ansiosa. Julia sabe la costumbre de Manuel por ponerle dos bolsas de té a su agua cuando esta irritado. Fueron las primeras curiosidades que se percataron del otro, las cuales fueron multiplicándose hasta invadir por completo sus mentes.

El que dé el primer paso, el que diga la primera frase, se rendirá, pero será para mejor.
Son naciones, pero siguen siendo similares a los humanos, pueden sentir: odiar y amar. Al igual que los hombres ellos son seres sumamente complejos en sentimientos.

El mundo está lleno de contradicciones, pero no por ello será falso. Como el arcoíris que nace de la lluvia y sol compartiendo el mismo cielo, ese desierto florido era el puente entre los sentimientos de ambos, contradictorios y hermosos.

No pueden creer que existan tales sentimientos a la vez, les parece extraño y adictivo.

–Cuídate…
–Nos vemos...

Y tras esas palabras dichas al viento dan media vuelta, cada uno dirigiéndose a su respectivo hogar.

No vale la pena intentarlo, saben que es imposible. Tal vez otros tengan derecho a amarse como los humanos, pero ellos no.

Están condenados a odiarse, por ser Chile y Bolivia.
Porque es lo que el resto espera de ellos.


FIN