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Bajo las estrellas (Chile x la Luna) (one-shot)

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¿Quieres que te cuente una historia?

Tengo muchas, de las cuales solo puedes elegir una, escoge la que quieras. ¿O solo entraste para ver de qué trataba este escrito? Bueno, tengo una en la cual te puedes interesar, trata sobre el amor entre Chile y la Luna. Seguramente te preguntas cómo ocurrió esta historia, pues jamás has escuchado de la forma humana de la luna, pero existe. Ella no se presenta a los ojos humanos o de países, o al menos ya no lo hace.

Antes de empezar, déjame contarte sobre la Luna. Ella no recuerda cómo nació, simplemente, un día abrió los ojos, vio la lejana tierra y presencio la creación de los humanos, y como lentamente se crearon las primeras personificaciones de las tribus. Recuerda, con algo de dificultad, cómo aquellas personas la miraban con amor, como una salvación a la aterradora oscuridad que los atormentaba por las noches. Muchas vidas presenció y muchas muertes también. Vio cómo los pueblos se formaron y las civilizaciones crecían.

Adorada como una diosa, símbolo de belleza y perfección. No existía personificación alguna que recibiera más amor que ella, sin embargo, con el tiempo aquel afecto que le proclamaban se convirtió en migajas de admiración. Al punto que varias personas dejaron de contemplar su hermosura para concentrarse en la vida terrenal, tan breves para ellos, tan solitaria para la desolada Luna. No te sientas mal por ella, pues, algo pasaría que cambiaría sus emociones de soledad y lo cambiarían por un profundo amor y satisfacción.
Un día pasó a convertirse en lo que los humanos llamaron “posesión”, y sintió que su cuerpo cobraba más peso y en un parpadeó se percató que era propiedad de alguien, un hombre de nacionalidad chilena y poeta de corazón.

Él era un humilde hombre que no quería mucho, solo unirse a un club de sociedad, pero necesitaba algo para ingresar: una propiedad. Y como buen poeta, amante de la belleza, decidió a la hermosa luna poseer, no por avaricia o codicia, sino porque la miraba con sumo amor. Él era un hombre cansado de vivir en la tierra, no le agradaba la gente de su planeta, no soportaba la idea de que el odio, la envidia, la maledicencia y el rencor no hubieran sido eliminados. Siendo propietario de la luna podía vivir en un lugar utópico, sin los sentimientos corruptos de los seres humanos.

Cuando la Luna conoció a aquel nombre, cuán dichosa fue. ¡Décadas habían pasado sin que le dedicaran aquel amor! Su dueño la dejo en libertad, diciéndole que fuera tan libre como siempre lo ha sido, mas, la curiosidad de conocer al país al cual pertenecía el hombre fue una gran tentación para ella. Si bien, Jenaro era un hombre de gentil corazón, la Luna temía que el país del chileno deseara utilizarla para algún fin maligno.

Las razones por las que el hombre adquirió la luna aparecieron en innumerables diarios, todo chileno sabía lo que estaba ocurriendo, algunos lo tomaban en broma y otros envidiaban al hombre. A los oídos de José Manuel Gonzáles Rodríguez llegó tan extraña noticia, mas, no le dio importancia. Su trabajo lo tenía encadenado a la oficina, por lo cual, nunca se imaginó lo que ocurriría tras ese impactante hecho.

Unos tres días después de la insólita noticia, Chile se quedó dormido en su oficina, con algunos papeles sin revisar y otros listos para archivar. Fue en ese instante en que ocurrió, una luz similar a una estrella fugaz entró por la puerta de la terraza, la cual había dejado descuidadamente abierta. El resplandor que causó logró despertar al chileno, quien se impactó ante lo que ocurría frente a sus ojos. Una dulce dama de corto cabello, albino, y ojos que parecían el sol cubierto con una agradable capa de neblina, un sutil amarillo que parecía desvanecerse. Solo una vez que Chile logró salir de su sorpresa pudo contemplar la prenda de aquella joven escultural. Utilizaba un hermoso manto, casi transparente, color blanco lunar que seguramente formaría medio circulo al estirar los brazos.

Él, sentado delante de su escritorio, mirándola atentamente, y ella, sentada en medio de la habitación como si hubiera despertado de un largo sueño. Fue el primer encuentro de muchos, aunque se hubieran visto por años, décadas y siglos, era la primera vez que sus formas antropomórficas se encontraban cara a cara.

Al intercambiar miradas, República de Chile enmudeció, desconozco si fue por la belleza de la mujer o porque supo que era especial, no era una nación, era algo más legendario y poderoso. No se extrañó de su vestimenta, porque, supuso que era la prenda con la que había sido creada, al igual que todas las naciones aparecieron con un traje blanco. No obstante, al ver su cabello hasta la nuca, sus ojos con aquel brillo especial y la pureza que irradiaba, junto a las noticias del periódico de días anteriores, supo su identidad.
La dama se levantó, revelando sus blancos y descalzos pies. Mirando fijamente al joven que solo aparentaba dos año menos que ella.

–Me presento, soy la Luna que aparece cada noche, después del atardecer. –Dijo con una suave y relajante voz que podría ser interpretada por inexpresiva. –Vine porque sentí que ya no soy libre, ahora tengo dueño y de mi destino temo, pues prontamente será puesto en tus manos.

Fue una agradable sorpresa para Chile, nunca se imaginó que un satélite natural tuviera conciencia propia, y no pudo evitar preguntarse si otros planetas serían como la joven que se presentaba ante él. A sus recuerdos llegó la imagen de la maternal de Ñuke Mapu, Pachamama, Madre Tierra, o como ustedes la llamen. Inevitablemente se preguntó si él y sus hermanos estuvieron junto a la Tierra sin saberlo.

–Soy Chile, mi nombre humano es José Manuel, pero todos me llaman por mi segundo nombre.

Un leve cabeceó de la Luna le dio a entender que no estaba acostumbrada a hablar con otros seres, sin embargo, era consciente de las reglas básicas de la humanidad. A pesar de que la mujer no temblaba, algo pudo ver en ella, talvés, su mirada entristecida llamó su atención. Tenía miedo, y no le extraño, siendo tan eterna miles de desgracias debió haber contemplado.

–Soy un amante de la libertad, es cierto que ahora tienes dueño y a la vez eres parte de mi país. Sin embargo, no te forzare a ser mi esclava, fuiste adquirida por amor a la poesía, no como un objeto. Si tú lo deseas, puedes ser mi hermana.
Luna solo negó con la cabeza. –No puedo ser su hermana, habito en otro lugar, muy lejano a éste y usted ya tiene una hermana a la cual ama.

No extrañado porque supiera aquel último dato, sonrió. –Entonces esperare a que decidas que hacer, nadie te obligara a ser un objeto así que no temas a la codicia humana.
No soy consciente de lo que ocurrió en ese tiempo, pero sé que Manuel y la Luna tuvieron miles de encuentros. Eran de naturaleza solitaria y melancólica, se comprendían mutuamente a pesar de expresarse tan poco.

No había noche en la que no estuvieran juntos. A veces, Chile la esperaba para hablar hasta el amanecer, y en algunas ocasiones la Luna lo encontraba dormido, víctima del agotamiento, lo arropaba y se quedaba contemplando al primer ser terrestre o nación con el cual entablaba conversación en los últimos centenares. No era común, pero cuando él despertaba tenían una amena conversación hasta que los primeros rayos del sol se asomaban por la ventana y la Luna debía despedirse.

Si tienes la duda de por qué no se quedaba más tiempo, era porque su amigo el sol despertaba para opacarla. Frente a él, su luz era escasa.

¿Te preguntas cómo Chile aguantaba tantas noches en vela?

Lamentablemente, no podía soportarlo; en las reuniones mundiales Alemania solía molestarse con Chile porque se quedaba profundamente dormido. Aquel extraño comportamiento inquietó a varios de sus conocidos, tanto por preocupación como por curiosidad.

En un atardecer, mientras varias naciones abandonaban el moderno edificio de la ONU, Perú se acercó a Rapa Nui, una conocida con la que apenas tenía tratos, y le preguntó si sabía el motivo por el cual Manuel no dormía. La respuesta de ella simplemente fue: “A actuado raro desde que consiguió la propiedad de la luna”.

Desde los altos cielos, la Luna escuchó la breve conversación, y algo en su interior se inquietó. Era la primera vez que sentía algo tan extraño, como si su corazón se ahogase.
Silenciosa, más de lo normal, se limitó a ver a la nación con cierto inconformismo, hasta que éste le preguntó qué ocurría.

– ¿Por qué me ocultas del resto del mundo? He de admitir que disfruto nuestros encuentros, pero siempre le he pertenecido a todos. ¿Por qué me has de ocultar como un peligroso secreto?

Chile frunció levemente el ceño, pero nunca perdió la calma, y con una voz segura contestó: Porque si saben de tu existencia te alejaran de mí, eso hacemos los países, separamos a los seres queridos… como Suecia y Finlandia fueron separados, dos grandes amigos que fueron alejados por Rusia.

La Luna lo entendió, pues ha visto con sus propios ojos como naciones han sido separadas las unas de las otras por avaricia de los más fuertes. Ha presenciado el dolor de aquellos que ya no viven con sus familias o amigos, personas que se aman decirse un “hasta mañana” y luego escuchar un devastador “adiós”.

Pasaron las estaciones, los años, y como es evidente en toda historia, se conocieron a fondo, desde lo más cruel de cada uno hasta lo más dulce. La Luna le confiesa un secreto, que tiene una hermana a la cual ama con el alma, es el lado oscuro de la luna, aquella que no ve la tierra, sino que se limita a ver el sol y la profundidad del espacio.
Ante esa revelación, Chile sonrió con mucho amor.

–He de darte un nombre, si ese es el caso, porque tú eres mi Luna y ella una desconocida. Déjame nombrarte Amanda, pues ese nombre significa ser amada, algo que tú siempre has sido.

Ese fue el mayor regalo que pudo darle. Porque tanto las naciones como los pueblos son nombrados por su gente o por aquellos quienes les cuidan. Chile no solo le dio un nombre, sino que le dio una identidad, el ser individual, y sobre todo, le dijo que era profundamente amada.

Fue una noche en la que ambos caminaban por una playa, cuyo nombre no recuerdo, que ocurrió lo que  habían postergado por años. La serena y calmada Luna se detuvo, captando la atención del país de su dueño.

–Desde milenios atrás he sido contemplada por varias culturas, tribus y personas. –Comenzó a hablar, y en su voz se notaba cierto temor. –He sido modelo de inspiración y apreció, pero tu gente siempre me ha mirado, todos, y siempre hay alguien de noble corazón que me dedica una canción o un poema, a veces sus secretos o alegrías, a veces se limitan a una sonrisa. Estoy segura que nunca habrá otra nación que me entregue tal devoción…No puedo ser tu hermana pero si tu esposa.

No es difícil imaginarse que Chile se ruborizó ante tal declaración, y con nerviosismo dio su respuesta que no prometía ser una aceptación o un rechazo.

–No puedo aceptarte como esposa, tú eres la luna y yo solo soy un país. Cuando yo nací tú ya tenías milenios, aunque solo aparentas dos años más que yo. –Hizo una pausa, parecía acongojado. –No puedo ser tu esposo, pero si tu pololo, tu novio… es lo único que puedo darte hasta el día en que pueda anexarte ante el mundo entero.

Y a pesar de lo que podrías imaginarte, fueron pareja por años, entregándose mutuamente, amándose en secreto cada noche y llorando cada partida de la Luna.

Tras varios años de felicidad ocurrió una terrible tragedia que los separaría para siempre, o al menos hasta los tiempos actuales. Todo se derrumbó cuando, un día, Estados Unidos, cuyo nombre humano es Alfred, visitando el país de Chile, los vería juntos, disfrutando su amor entre las calles de Santiago.

Desconozco como Estados Unidos se percató que aquella joven era la luna personificada, uno esperaría que al ser un país tan heterogéneo, estuviera acostumbrado a ver una que otra mujer pálida como la leche y con el cabello blanco como la nieve. Talvés al ver esos ojos que simulaban ser un farol en medio de la neblina, se percató de la verdad, pues, no tardo ni medio día en ordenar una reunión de la ONU para tratar el asunto.

Cuando el resto de las naciones se enteró de la forma antropomórfica de la luna, no pudieron esconder su asombro. En especial cuando el estadounidense mostró un decreto mundial que impedía que los países pudieran anexar un satélite natural o planeta.

Las naciones aceptaron firmar el decreto, la mayoría pensando en el día en que pudieran habitar el espacio. Lo mejor sería prevenir antes de que una futura guerra empezara. Sin embargo, Chile se negaba a firmar, incapaz de separarse de su amor, pero la Luna estaba de acuerdo con que firmase.

–Mi corazón es tuyo, pero soy la inspiración del mundo. Sé muy bien que tu deseo era anexarme para hacerme tu esposa, pero, si no le pertenezco a nadie puedo ser libre de amarte y visitarte.

Manuel firmó con el pesar de su corazón, convenciéndose de que al menos podría ver a su amada con más libertades y sin tener que ocultarle secretos a nadie. Por su parte, el resto de las naciones estaban felices con la resolución: nadie sería dueño de la luna, ni de otro satélite natural ni planeta.

Había un vació legal en ese acuerdo, seguramente más de algún país se percató de ello, pero no le dieron importancia. Ninguno esperaría que otra persona deseara ser propietario de la luna.

Pasados los años, el alivio se apodero del corazón de Chile al percatarse que aquel papel no cambiaba su relación, y, con una sonrisa de satisfacción contemplaba a Don Jenaro enseñarle tiernos poemas a la Luna. Talvés nunca podría ver a su dulce Amanda con un vestido de novia, ni sentiría esa alegría y nerviosismo al verla acercarse al altar, pero no importaba, mientras estuvieran juntos serían felices.

A su vez, Alfred recibía la noticia de que un habitante de su país había registrado la luna a su nombre. Sonreía con alegría, porque, aunque el decreto dijera que ningún país podía anexar a un satélite natural, si los estadounidenses empezaban a registrar la luna, uno por uno, entonces sería casi lo mismo, solo que legal. La luna sería de estados unidos.

Una persona egoísta ¿Verdad? Ni siquiera se detuvo un minuto a pensar en Chile, y en su amor por la Luna, solo pensaba en sí mismo. No desprecies a Estados Unidos, no creas que es malo en esencia, el problema es que no pudo ver el amor de esos dos, aquel puro sentimiento que Chile y la Luna irradiaba no lograba tocar el corazón del estadounidense.

Una noche, mientras Amanda y Manuel disfrutaban un momento de calma, simplemente hablando mientras reposaban en la cama e intercambiaban miradas acarameladas. Entre tanta paz ocurrió algo que desconcertó a los enamorados, el corazón de la Luna se hizo más pesado, causándole tanto impacto que el aire casi se le escapa del cuerpo. Gritando del asombro colocó una mano en su pecho, mientras, Chile le preguntaba incontables veces qué le ocurría.

–No lo sé…

Era la única respuesta que pudo dar Amanda, era como si en sus hombros hubieran colocado pesas, aquel pesar la asustaba de sobremanera, temía volver a sentir ese dolor en su pecho que la obligaba a desmoronarse. Su deseo se cumplió, pero en cambio sintió algo mucho peor.

Ante el temor de extinguirse, durante un eclipse se acercó a su hermana, preguntándole si en algún momento había sentido el mismo malestar. Su hermana, idéntica a ella, a excepción de que su cabello y manto son negros como la noche, afirmó con frialdad y algo de inseguridad, pero asegurándole que aquel dolor no era a causa del satélite en sí.

Uno de tantos días en que Amanda estaba lejos de su amado Chile, la presión en su corazón volvió, pero, esta vez no estuvo sola en su dolor, pues vio como a su hermana le ocurría lo mismo, pero con menos intensidad. Tomadas de las manos, soltando lágrimas de dolor pero sin aire para gritar, la redonda luna sollozó.

Que tragedia estaba pasando… la Luna, que en un principio fue adquirida con tanto amor por parte de un chileno con alma de poeta, ahora fue adquirida por un estadounidense lleno de codicia, que solo pensaba en “adelantarse a su tiempo”, adquirir aquello que no es de nadie y venderla como un mero objeto rentable… perdón si me angustio al contarte esto, pero con formas antropomórficas uno lo ve peor. Supongo que ya sabes esta parte de la historia, seguramente la has oído, pues es un dato impactante que alguien venda parcelas lunares.

Pero volvamos a nuestra historia… aunque ya no tengo deseos de continuar y tú seguramente temes por su continuar…

Cada día que pasaba, cada paso que daban solo lograba incrementar más la inseguridad de la nación, Chile se llenaba de terror, al ver como su hermosa Luna se quejaba de enormes dolores en todo su cuerpo. La abrazaba con fuerza, con tanta que estoy segura que quería recibir parte de su angustia. Amanda se retorcía en sus brazos durante varios minutos u horas, quejándose de un suplicio que era tan grande que los humanos no podemos imaginar.
Lágrimas, llantos, deseos de arrancarse la piel, la carne y los huesos la invadían. Estaba dispuesta a perder una mano para acabar esa agonía. Sus únicos consuelos era que no era un pesar seguido, a veces solo lo sufría una vez al año y que su hermana no volvió a sentir tal malestar.

Tanta preocupación impulsó a su amado a buscar la causa de su desdicha, aprovechando su despejado norte para ver el cielo y encontrar la cura a su malestar. Y lloraba de impotencia al saber que no podía ir donde estaba Amanda, verla tras un telescopio pero sin poder ir donde ella, tocar su tierra y buscar por su propia cuenta la causa de ese indescriptible dolor. Solo podía quejarse en silencio, sin contárselo a nadie, maldiciendo no ser una potencia mundial, porque de serlo, seguramente podría alcanzar a la espléndida luna y consolarla. ¿Qué podía hacer por ella? Nada, solo estar a su lado cuando aquella agonía ocurría y hacerla sonreír cuando tenía la oportunidad. Sin embargo, a veces su amada llegaba con una expresión de cansancio. Mientras el sol estuviera en lo alto no podían verse, y ella debía soportar ese dolor sola, en los brazos de su hermana qué no comprendía que le pasaba al lado visible de la luna.

Si piensas que esta historia terminara en un “felices para siempre”, lo siento, pero elegí contarte una amarga historia de amor que no termina de forma agradable. Prefiero contarte la verdad a inventar algo para complacer al público.

Por favor, respira profundamente si tu corazón se llenó de angustia, seguramente así las penas se irán y podrás seguir leyendo sin sentir tu pecho oprimido.

Te he hablado de Don Jenaro, el dueño de la Luna, quien la adquirió como un acto poético, quien soñaba con un mundo utópico donde no hubiera maldad. Aquel hombre, admirable, que yo recuerdo con un amor fraternal, murió el tres de mayo de mil novecientos cincuenta y cuatro, recuerdo con exactitud la fecha por lo que ocurriría a continuación.

A su funeral asistieron varias personas, familiares, amigos, cercanos. Chile asistió al funeral bajo su nombre humano, Manuel, y se despidió del buen hombre como quien se despide de un padre. Le estaría agradecido por siempre, por la eternidad, gracias a un simple humano había conocido a su amada Amanda.

Aquella misma noche, la Luna sollozó ante la intacta tumba, ¿Qué más podía hacer? Estaba triste, pues no llegó a conocer muy bien a ese hombre que la adquirió con un corazón tan puro. A través de los milenios, había visto lo peor de la humanidad, y estaba segura que pocos eran los hombres que se comparaban a la pureza de Don Jenaro.

Fue la primera vez que Manuel la vio llorar por amor, amor a un amigo, a un colega, y a un padre. No fue su fundador, fue alguien que depósito todas sus esperanzas y sueños en ella… y mirándose con tristeza, la pareja se preguntó si el sueño de un mundo sin avaricia lograría cumplirse. El futuro era tan desconocido para ellos que se daban el lujo de tener sueños y esperanzas, de imaginar un porvenir que cumpliera con locas y hermosas fantasías de un simple humano.

Una vez que ambos regresaron a casa, su hogar, vieron la copia del testamento, y hubo una frase que los sorprendió.

“Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas.”


Que viejo tan loco y que corazón tan inocente.

Fue como si se la entregara en su lecho de muerte. Era como si hubiera tomado la mano de la Luna y de Chile, y hubiera recitado esas palabras sin despegar sus ojos de Manuel.
Era como si dijera: “Se tu tragedia y tu dolor, por eso estoy seguro que cuidaras bien mi pequeña hija, que la cuidaras y jamás le causaras un daño que solo entre seres como ustedes pueden hacer.”

¿Pero qué significaban esas palabras en realidad? Era una herencia, no a un hijo, sino a toda la nación… entonces, ¿la Luna y Chile podrían estar juntos para siempre? Que ilusos, que torpes. Reconocieron que no podían estar juntos como anhelaban pero tenían la esperanza de que nada los pudiera alejar.

Pero ocurrió tres días después de que Don Jenaro diera su último suspiro de vida. ¡Que cruel fue el rubio! Quien tocó la puerta de la casa de Chile ese trágico día de Mayo, con una sonrisa en los labios, tomó a la Luna de la muñeca, tratando de sacarla de la casa de un tirón, causando desconcierto en la pareja.

– ¡¿Qué crees que haces?! –Gritó Chile.
–Me llevo lo que es mío, en realidad, de mi gente, pero es normal que los objetos estén en el país de su legítimo dueño.

Objeto.

Aquella palabra que Don Jenaro y Chile nunca pronunciaron fue dicha con tanta normalidad por Alfred que causó un escalofrío en ambos enamorados.

No creas que Chile se quedó quieto mirando cómo se llevaban a su ser más preciado, intento alejar al estadounidense, atacarlo, preguntándole qué estaba pasando. Hubo un momento en que Manuel creyó ganar, y eso fue cuando la Luna fue puesta en libertad, cayendo al suelo con tal fuerza que se arrastró un poco en la fría madera. Chile soltó al gringo, y fue a abrazar a su amada, socorriéndola, sujetándola de una forma tan sobreprotectora que por un segundo pareció que ninguna desdicha estaba por ocurrir.

Amanda, el lado visible de la luna, quien en pocas ocasiones refleja emociones con la mirada, ahora mostraba confusión y terror, una mirada que poseía tantas emociones que podía abrumar a cualquiera. Pero ella sabía lo que estaba ocurriendo, lo sospecho desde hace tiempo, pero prefería creer que era su imaginación, que era mentira. Se aferró a su novio, temiendo que sus pesadillas fueran realidad… y solo entonces Alfred dijo con tal calma que podría helar al mismo polo norte.

–En mil novecientos ochenta un hijo mío registro a la luna en un bienes raíces, ahora le pertenece a alguien de mi territorio.

Terror.

Desconcierto.

¿Por qué decía dónde estaba registraba?

Estoy segura que recordaron los dolores inimaginables que sufría la luna, y solo así lo comprendieron. Ella era un satélite, no una región o ciudad. No podía ser adquirida, no era natural, no podía ser de nadie, que fuera una pesadilla, que Dios bajara y les dijera que era una simple pesadilla que estaba por terminar y que ambos despertarían en la cama de siempre, agradeciendo que solo fuera un mal sueño.

Pero lo que dijo el rubio los horrorizo: “ya se han vendido algunas parcelas.”
Dichas estas palabras, volvió a tomar a la mujer, separándola de su amada nación, dirigiéndose a la salida. Chile no supo cuándo, sin embargo, logro golpear al estadounidense en la cara para que la soltara, todo en vano. Que fuertes son las potencias. Con un movimiento del brazo, Alfred dejó en el suelo a la nación más joven, incapacitado para moverse.

–Ahora es propiedad de un ciudadano estadounidense, no se puede evitar.

Tanto fue el odio que Chile sintió, que estoy segura que solo entonces la Luna comprendió porque su amado nunca habló de ella, quería evitar lo inevitable, lo que estaba ocurriendo en ese mismo instante.

–Don Jenaro estaba vivo cuando tu ciudadano la registro… –Murmuró con dificultad el país más joven, con desesperación– no puedes, es ilegal.
Alfred solo lo vio con fingida lastima. –Firmamos un contrato, estoy seguro que cuando lo firmaste también le quitaste la propiedad a ese chileno.

Cuan insensibles son las naciones, cuanto dolor están dispuestas a causar por su egoísmo. Son capaces de todo, hasta de cambiar los hechos. Chile gruñó, odiando, cada  segundo con más intensidad, al estadounidense. Y casi como si hubiera leído la mente de Manuel, Alfred se detuvo, para ver al largo y angosto país con una radiante sonrisa.

–Oh, y te sugiero que no te acerques a la luna, Chile, no me gustaría tener problemas contigo por su dominio.

No era sugerencia, era una advertencia.

Esa es la desgracia de ser un país tan débil, tan insignificante. Si una potencia te guarda rencor es capaz de hacerte desaparecer con solo tronar sus dedos, la única esperanza es que otra potencia simpatice contigo. Pero Chile era tan dispensable, tan minúsculo, tan odiado, que nadie lo auxiliaría por algo que más de alguno anhelaba.
Aun así, a pesar de todo lo que podía estar en juego, intentó levantarse, pero el dolor se lo impedía. Estados Unidos era un país tan fuerte que con un solo brazo lo dejó rendido en el suelo, incapaz de moverse. Varias lágrimas escaparon al percatarse de su trágica verdad. No podría salvar a su Luna, a pesar de estar tan cerca de ella, era imposible.
Los poderosos pisotean a los débiles y les roban lo que más aman. No es una regla de la vida, es de la historia.

Y con el pesar de su corazón, Manuel tuvo que aceptar la partida de su amada Amanda, su luna, tirado en el suelo, tan patético, tan inferior. Incapaz de proteger lo más preciado para él, golpeó el suelo con una mano, aunque eso significaba lastimarse más de lo que ya estaba. ¿Qué importaba el dolor físico cuando su alma se estaba destrozando por dentro?
En medio de su dolor logró alzar la mirada del piso, solo para ver como su amada se marchaba, siguiendo los pasos de aquel rubio al cual empezaría a detestar.

La Luna pronunció unas débiles palabras con un hilo de voz, sin apartar su mirada de su amado.

–No es este mi deseo, pero no podemos hacer nada para evitarlo. Debo marcharme con quien es mi actual dueño. Tendrá mi propiedad pero nunca mi corazón.

Incapaz de volver a ver a su amada, Chile se desmoronó en llantos, gritando de dolor y agonía, observando como su mujer salía de la casa que ambos compartían con tanto cariño. Su amada siempre fue inalcanzable, y ahora lo sería más que nunca. Estaba seguro que Estados Unidos la tendría en constante observación, algo en lo cual no se equivocó.

La Luna solo guardó silencio, y antes de salir vio a su pareja por última vez, llena de dolor, cerró los ojos siendo obligada a seguir a su nuevo dueño. Una nación que lo veía como un objeto comerciable.

Una vez que la puerta fue cerrada, nadie pudo ver  al chileno en el suelo, llorando a gritos, completamente derrotado y humillado. Ella no era una simple posesión, no era un territorio perdido; Chile se había enamorado de la Luna. Él, quien nació en la soledad, cuya única compañera, durante la niñez, fue la luna, solo podía llorar ante su partida.

Por favor, no vayas a pensar que la Luna es fría por no llorar en ese instante. Mientras su amado se derrumbaba en lágrimas, ella fue obligada a subir al auto de Estados Unidos, sin dejar de mirarlo con frialdad. Ante aquello, Alfred le pregunto el por qué de esa mirada tan cruel y distante.

–Usted solo se volvió mi dueño para venderme como un objeto, una fuente de dinero. Chile no era mi dueño, era mi pareja, él no me vendía ni me utilizaba, me admiraba y me contemplaba. Puede que usted sea mi nuevo dueño pero nunca tendrá mi respeto al limitarse a tratarme como un objeto que no soy.

Las sinceras y crudas palabras de la Luna impactaron al país de su nuevo poseedor, quien solo pudo sonreír con cierta incomodidad.

–Ah… No debes preocuparte por eso, muchos de mis ciudadanos te admiran, y tengo miles de escritores y poetas que te usan de inspiración.
–Es diferente, con usted solo uno de diez personas me admiran, con Manuel uno de cien me ignoran. No puede negar la gran diferencia entre ustedes. Incluso los que no tienen alma de poeta me contemplan.

El rubio borró su sonrisa, ocultando su sorpresa. Y, seguramente, las palabras que diría a continuación eran para extinguir el recuerdo de Chile del corazón de la Luna – ¿Solo lo amas porque te encuentra linda?

Aquellas palabras podrían perturbar a más de un débil corazón, pero no a Amanda, la luna que amaba a Chile no se inmuto ante aquella pregunta. Su corazón está libre de toda duda. Con una mirada de reproche y una mano en el corazón, contestó:

–No, porque me ama a pesar de todo, incluso a pesar de mis imperfecciones… no me ve solamente como una mujer bonita, también comprende lo que es estar solo a pesar de estar acompañado.

El estadounidense no dijo más, aunque solo pensaba en el prestigio que le daría a su país ser propietario de la luna, esta no era tan sumisa como aparentaba.

Y así fue como la Luna y Chile se separaron para siempre.

Incluso aunque sus corazones no dejaran de palpitar por el otro, debían soportar el verse y no estar cerca. Como el día antes de haberse conocido. Porque no importaba que tanto extendieran sus manos, nunca lograrían acercarse, y con lágrimas en los ojos deberían aceptar que era el fin de su relación pero no de su amor.

Y así, la Luna debe soportar el que nadie diga su nombre, nombre que está olvidando lentamente. Ve desde la lejanía como su amado vive el día a día y ella solo puede resignarse a no poder estar junto a él. Ahogando las penas al ver que una suma se paga por ella, soportando el dolor físico que eso le causa. Y soltando un grito ahogado ante cada desgracia que sufre su amado, al cual no puede consolar.

Chile debe soportar la impotencia de ser amigo de Estados Unidos, por mucho que lo deteste, debe hacerlo por su gente. Tiene que aguantar la indignación de ver como su amada es vendida por partes, como si fuera un pedazo de carne. Debe, porque es su deber, no darle una golpiza a Alfred por su traición, por su acto ilegal. A veces va al norte, solo para ver en un observatorio a su amada, maldiciendo el no poder ver su figura antropomórfica, ver su redondo territorio no lo conforma, la necesita, está completamente desesperado por abrazarla y amarla… y su corazón sangra cada vez que se entera que una nueva parcela es vendida, pues solo él conoce el dolor por el cual ella está pasando.

Pero no te desanimes, puede que estén lejos, separados, pero no olvides que en el alba la luna no es muy visible.

A veces, cuando la Luna tiene leves momentos de libertad, va a visitar a su amado, pero respetando la regla de no poder estar juntos, solo se miran tras un cristal y se besan sintiendo el frío vidrio entre ellos. Nunca quedan satisfechos, pero si felices de ver que los sentimientos del otro no han cambiado.

Esos son los restos de su relación, lo único que les queda hasta el día en que Chile pueda recuperarla, incluso si ese día nunca llega… ella sigue esperando su rescate.

Aquí termina esta historia, espero que hayas pasado un buen rato con ella.

Ey, no estés triste. Te recuerdo que la historia de amor entre Chile y la Luna aún no ha terminado. Cada día se escribe una nueva línea de su cuento de amor, yo solo te conté lo que ha ocurrido hasta ahora. ¿Te parece bien si esperamos, juntos, ver cómo continúa esta historia?
Gracias por leer esta loco y raro, one-shot que sale de lo común.

Primero que nada se lo quiero dedicar a la Luna, la cual suele acompañarme todas las noches cuando escribo.

En segundo lugar quiero dedicárselo a ~Cherriku, por ser tan buena amiga, paciente, tiernamente llorona y por hacer mi avatar. Pero, Especialmente porque me anima y si no fuera por ella no estaría a subir las muchas historias que planeo subir…y que sinceramente me atemoriza publicar. ¡Te quiero, Cherri <3!

Humm… no sé qué más decir… elegí el nombre de Amanda para el lado visible de la luna porque significa “la que es amada”, y me pareció que era un buen nombre para la luna… ah, pero si se preguntaron si el lado oscuro de la luna también tiene nombre, si lo tiene, solo que no lo puse en el one-shot porque lo vi prescindible, pero se llama Dessire," la que es deseada".

Bueno… algunas aclaraciones del one-shot en base a hechos históricos no mencionados:

El primer malestar que siente la Luna es el momento en que es registrada como propiedad en un bienes raíces. Esto ocurre porque ahora posee dos dueños, lo cual no es normalidad, ni siquiera en los terrenos. El segundo malestar, que sufre en compañía de su hermana, es cuando se crea la empresa “Lunar embassy”, la cual se encarga de vender las parcelas lunares. Los siguientes dolores, como se explica, son de cuando se vende una parcela. Amanda y su hermana sufren los mismos dolores en las primeras dos ocasiones, las restantes solo Amanda porque se venden parcelas del lado visible de la Luna, esto ultimo es un invento mio con fines estéticos ya que no pude descubrir como se administran las ventas de parcelas lunares.

Espero que les haya gustado…


Personajes principales:

:iconchibichileplz: Chile (José Manuel González Rodríguez) © ~Rowein

Lado visible de la Luna (Amanda) es mía…

Personajes secundarios:

Alfred es © Hidekaz Himaruya

Lado oscuro de la Luna (Dessire) es mía…

:iconchibiperuplz: Peru (Miguel Alejandro Prado) © *kuraudia
:iconchibirapanuiplz: Rapa Nui (Tiare Raharoa) © ~Feasama
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Comments31
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Yo... Solo quiero llorar ahora mismo... Es simplemente hermoso, me ha llegado a encantar y... Sorprendentemente, me ha hecho llorar. Esta es una historia que admirare por siglos, un amor tan doloroso entre Chile y la Luna. Ojalá las líneas continuasen siguiendo la historia que dejaron.